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sábado, noviembre 23, 2024
Ultima bola del año, Jefa. Por Alejandro Borensztein

Ultima bola del año, Jefa. Por Alejandro Borensztein

Pedirle a Ud. que le dé bolilla a alguien no es fácil, Compañera Jefa. No sé si es porque desconfía de los que tiene alrededor, o porque aquellos lamedores no se animan a decirle lo que Ud. no quiere escuchar y, por ende, no son merecedores de su atención. En este caso, vale la máxima de Ann Landers, la legendaria cronista del Chicago Sun: “No acepte como evidencia concluyente de que usted es magnífica, la admiración de sus perros” .

Pero usted es suficientemente viva como para darse cuenta de que algo raro pasó a lo largo del año.

Arrancamos en enero comiéndonos crudos a los chicos, embistiendo contra la Justicia, tomando la posta revolucionaria de Chávez y cerrando el acuerdo con Irán, y lo terminamos derrotados en las elecciones, con la economía al rojo, la gente puteando en las calles y los falsoprogresistas tomando clases de teatro para aprender a poner cara de “qué contentos estamos con Milani”.

De todos modos, tampoco le daría bolilla a los que hablan de fin de año negro. De hecho, el año termina con el gran notición de Navidad: en el tema aquel de la Banelco en el Senado, con la renuncia del vicepresidente Chacho Alvarez y el más grande escándalo de la historia legislativa argentina, la Justicia no sólo declaró que son todos inocentes, sino que además dijo que el hecho nunca ocurrió y que fue todo un invento. Buenísimo. Si zafaron estos muchachos que repartieron 4 o 5 palitos verdes a la luz del día, con testigos y arrepentidos, yo creo que lo nuestro va a salir como por un tubo. Es más, me arriesgo a decir que con un poco de buena voluntad hasta podría zafar Amado, mire lo que le digo.

Por lo demás, llegamos a diciembre sin grandes novedades, con los saqueos, cortes y rebeliones de siempre, que es nuestra tradicional manera de festejar los éxitos sociales. Algunos cipayos tratan de imponer el famoso “Halloween”, una fiesta en la que los anglosajones se disfrazan, ahuecan zapallos y regalan caramelos. Una pavada que por suerte no ha prendido en estas tierras, entre otras razones, porque con lo que vale hoy en día el kilo de zapallo nadie lo va a andar vaciando y mucho menos tratando de ponerle luz adentro. No hay luz en las casas para enchufar la heladera, mire usted si les van a andar poniendo lamparitas a los zapallos.

A lo que tampoco les debería dar bolilla es a los que la critican por criticar. Cuando se calla, cuando habla, cuando el perrito Simón, cuando baila. Si es por mí, puede bailar todo lo que quiera. Es más, con 30% de inflación, el dólar tocando los 10 mangos y las reservas cayendo 1.000 palos verdes por mes, yo que usted no sólo saldría a bailar más seguido sino que también me clavaría un par de vodkas antes, cosa de distraerme un poco del bolonqui en el que estamos metidos.

Menos bolilla aún le daría a los que ahora también la van a criticar por tomarse unos días de descanso. A mí no me preocupa que usted se vaya. Me preocupan los que se quedan. Por suerte está Capitanich. Bien el Coqui ahí. Arrancó como un político más, uno de esos que hablan de diálogo, consenso, estado de derecho, etc. Pero por suerte alguien lo cacheteó un poquito, le explicó cómo son las cosas, y ahora ya es un kirchnerista como cualquier otro. A mí me extrañaba que el tipo hablara con la prensa todos los días y no dijera nada de Clarín. ¿Será que sólo leía “La Voz del Chaco”? Pero por suerte esta semana ya se la agarró contra un cronista de TN y me quedé mucho más tranquilo. Un par de semanitas más y ya lo vamos a escuchar decir que la inflación no existe y que el modelo de inclusión es todo un suceso.

A propósito, no es por discutir el modelo, pero reconózcame que es raro un modelo en el que, después de una década ganada como les gusta decir a ustedes, la gente prende el aire acondicionado y vuela todo a la mierda. Me parece que en estos años, algún fusible se olvidaron de cambiar.

A lo que sí creo que debería darle bolilla es a lo que pasó entre aquellos bríos de enero y este patapúfete de diciembre. Desde aquella “Cristina eterna” a este “tratemos de llegar al 2015 con dignidad”, algo raro pasó en el camino. Muchos dirán que fue la inflación, la inseguridad, la corrupción o el desgaste de diez años rompiendo los kinotos con el verso del 7% de pobreza en un país que no baja del 25%.

Pero para mí sucedió otra cosa más profunda. Algo que nadie se vio venir. Una de esas cosas que si bien no están en la agenda diaria, están en el bolillero. En el momento más duro de su gobierno, después de aprobar a la fuerza el acuerdo con Irán, les salió una bolilla impensada: Francisco. Nadie se avivó que en la esquina de la Casa Rosada vivía un potencial Papa (de hecho, había salido segundo en la votación anterior), y de un día para el otro apareció un argentino con mucho más poder que Ud. marcando la cancha y frenando por peso propio ciertos aires de descontrol. Para colmo el Gobierno reaccionó ninguneándolo, abucheándolo en Tecnópolis y agrediéndolo desde los medios de la falange de propaganda. Cuando se avivaron que habían metido la pata hasta el caracú (Francisco había calado en lo más profundo del sentir popular) pegaron una voltereta fenomenal delante de todo el país, pero ya era tarde. La foto robada de Insaurralde en Río, cual Figuretti, fue el remate. Algo había cambiado definitivamente. Muchos se avivaron de lo que otros ya sabían desde siempre. ¿Estaba el Papa en la agenda política nacional? Para nada. Pero estaba en el bolillero. Y salió. Ya nada será igual.

Nuestra historia reciente está llena de episodios impensados que cambiaron radicalmente el escenario político y tiraron por la borda todo lo planeado. Desde la partida del Jefe en 2010 hasta su hematoma de estos días, pasando por aquella tiroides posterior al 54% o el huracán Francisco. Así en la política como en la vida misma.

Piénselo, Compañera Jefa. Mientras tanto descanse todo lo posible. Desenchúfese, evite los diarios y mantenga la tele apagada. Y si la prende, aproveche que ahora tiene un nietito y mire Baby TV. Es lo más. Yo lo veo siempre. Son dibujitos animados de bichitos y animalitos muy simpáticos que se la pasan cantando y bailando, como los de La Cámpora. La llegada de un bebé le pone a uno la vida patas para arriba. Conéctese con ese mundo que es mucho más lindo.

Yo ya cambié a Bonelli y Alfano por Kenny & Goorie.

En fin, Jefa. Nunca se olvide de que hay cosas que no están en la agenda pero están en el bolillero. Y muchas veces salen. Deme bola. Ahora, relax. Faltan dos años.

Una eternidad. Junte fuerzas. Feliz Año Nuevo para usted y los suyos.

Felices Fiestas para todos. Y todas. Fin de temporada.

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