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viernes, noviembre 22, 2024
Un familiar de una ex carmelita descalza ratificó los tormentos en el convento
Un familiar de una ex carmelita descalza ratificó los tormentos en el convento

Un familiar de una ex carmelita descalza ratificó los tormentos en el convento

«No llama la atención tratándose de las mismas personas que ocultaron abusos a menores en el Seminario Arquidiocesano de Paraná», remarcó el familiar de una ex interna, en referencia a los casos de abuso por lo que se encuentra procesado Justo José Ilarraz. El hombre, que no firma la misiva ni identifica a su hermana por temor a consecuencias, destacó a través de una carta que entregó a los medios que «alguien ajeno a la cultura de la fe podría pensar que si estos hechos existieron, la monja agredida tenía posibilidad de salir del lugar, pero la pena era la condena eterna o la excomunión». Por otro lado, afirmó que dentro del convento de Nogoyá «se aplican disciplina (símil látigo en las nalgas) en ejercicio de una libertad restringida o inexistente, se aplican castigos en ocasiones durante horas estando la superiora de pie, la ‘infractora’ arrodillada en frente de ella y el resto de la comunidad expectante». «A modo de sanción -continuó- la superiora impone enclaustramiento a pan y agua durante hasta dos días, se impide el contacto con la familia, reduciendo gradualmente los días y horarios de visitas y se priva a las monjas de atención médica elemental». En ese sentido, sostuvo que «se sanciona a carmelitas durante semanas con el uso de mordazas que ellas mismas deben construir, y la superiora lee las cartas salientes, las entrantes (en violación a la ley penal) y en ocasiones se suprime» la correspondencia. «A modo de sanción, la superiora impone enclaustramiento a pan y agua durante hasta dos días, se impide el contacto con la familia, reduciendo gradualmente los días y horarios de visitas y se priva a las monjas de atención médica elemental» Asimismo, la superiora «lee diarios, usa internet, usa telefonía celular y ve televisión en su dormitorio» y el obispo del lugar «tiene responsabilidad en lo que sucede dentro de la clausura, además de la Santa Sede que dista 12.000 kilómetros y que se vale de diócesis para tomar noticias de los hechos». En tanto, indicó que el «alejamiento progresivo, sistemático y perverso con su familia les hacía dudar que pasaría afuera», junto a una «extrema presión física y psicológica sobre chicas casi adolescentes». «Como resultado cede progresivamente el ejercicio de la libre voluntad, el sistema nervioso central se agota, el físico se agota y comienza el auto exterminio vía de enfermedades psicosomáticas como úlceras, cáncer, dolor en articulaciones crónicos, problemas de sueño y alimentación», agregó. En otro tramo de la carta remarca que «es una paradoja que las víctimas de hechos salidos de novelas medievales deban ocultarse, pero es moneda corriente en la diócesis de Paraná que los postergados y sufrientes son escondidos y negados». «Es verdad que se considera que cuanto más jóvenes ingresen mejor, ya que existen menos riesgos de ‘impureza'», explicó y detalló que «se prohíbe a ciertos familiares visitar a las monjas (en contra de la voluntad) por su modo de vida, elecciones políticas, sexuales o religiosas».

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