Teclear el número de nuestra tarjeta de crédito en una tienda online puede entrañar más peligro del que pensamos, pero si enmascaramos nuestros datos los amigos virtuales de lo ajeno lo tendrán mucho más difícil.
os hackers andan al acecho, pisemos el sitio web que pisemos. Es algo que sabemos de buena tinta y que corroboran todas las brechas que han abierto estos ciberdelincuentes en muchos de los portales en los que depositamos nuestros datos bancarios. Ni siquiera JPMorgan o Citigroup se han librado.
¿La solución es no volver a comprar a través de Internet, acabar con cualquier cuenta virtual que tengamos y no usar nuestro dinero de plástico en el mundo 2.0 nunca más? No, la respuesta está en las tarjetas ‘falsas’.
La empresa estadounidense Abine, especializa en proporcionar soluciones de privacidad y seguridad online, ha lanzado Blur, un servicio que enmascara los datos de tu tarjeta de crédito cada vez que quieres realizar una compra. No se trata de una tarjeta virtual al uso, se trata de un sistema que genera una de usar y tirar, que sólo es válida para una compra y que, incluso, puede utilizarse en las tiendas físicas.
Supongamos que se quiere comprar algo cuyo precio asciende a 20 euros. Con Blur podremos crear virtualmente una tarjeta con un número diferente a la nuestra, incluido el código de seguridad, en la que podremos elegir su nombre, fecha de caducidad y sus fondos, que coincidirán con el importe de la compra. Al usar este sistema no dejaremos ningún rastro personal (nombre o dirección reales), lo que lo diferencia de otras posibilidades similares que ofrecen ya algunos bancos.
En el caso del e-commerce, la tarjeta enmascarada nos aparecerá directamente como una de las opciones de pago al tramitar el pedido. Si se selecciona, Blur genera automáticamente los datos que se necesiten. En las tiendas físicas, podremos dar al dependiente la información de la tarjeta ‘falsa’ que creará el sistema especialmente para la ocasión y esta se autodestruirá, como el mensaje de un espía, tras un único uso.
«Estas tarjetas ’enmascaradas’ no dejan ningún rastro que se pueda seguir de las reales en las bases de datos de las webs», explica Rob Shavell CEO de Abine, «y los hackers no pueden robar aquello a lo que no pueden acceder». Shavell asegura también que su compañía no almacena los datos de sus clientes. Esta información se cifra y se guarda en otra empresa asociada, dificultando aún más el seguimiento de los amigos digitales de lo ajeno.