Terminaron de armar la grúa,
se subieron al “canasto” –un montacargas que los elevó 25 metros–,
se ataron los tobillos con la soga elástica y se abrazaron. Abajo,
los esperaba una caída libre, de cabeza, sin casco y en tándem.
Desde el pasto, el hermano de uno y otras dos amigas los alentaban.
Alguien puso rec y esperó. Querían que la aventura quedara grabada.
Alexis y Marcelo se tiraron al vacío.
La soga llegó a su máxima extensión pero antes de pegar el latigazo
que los tenía que levantar por el aire, algo falló y el inflable que
habían colocado en el suelo no alcanzó: impactaron de cabeza contra
el pasto y rebotaron varias veces. Lo que siguió fueron corridas,
gritos pidiendo una ambulancia y tres amigos intentando bajarlos y
hacerles respiración boca a boca para resucitarlos.
Uno ya estaba muerto. El otro murió camino al hospital.
Pasa una moto por la puerta de esta quinta de La Reja, partido de
Moreno, y levanta una nube de tierra seca. Dos perros corren para
atraparle la pierna a las chicas que manejan y Mauri, la dueña de la
quinta, abre la puerta de hierro. “No puedo creer esto que pasó. Los
chicos estaban en el fondo y mi hijo estaba adentro y salió
corriendo cuando escuchó los gritos. Dice que uno todavía hablaba y
que todos creyeron que el otro chico estaba desmayado o algo así,
por eso le hacían respiración boca a boca para reanimarlo. Pero no:
no estábamos haciendo una fiesta ni íbamos a poner una empresa para
hacer este deporte ni nada de eso que están diciendo, señorita”.
“Este deporte” se llama “bungee jumping” y es un deporte extremo que
consiste en arrojarse de cabeza desde una grúa o un puente atado de
los tobillos con una cuerda elástica . La cuerda tiene una medida
exacta para que, al llegar a su máxima extensión, la persona no
impacte contra el suelo. Por lo general se practica en zonas de
sierras o en puentes. Y si bien los instructores recomiendan el uso
de un casco la realidad dice otra cosa: en YouTube sobran
filmaciones caseras de este tipo de saltos y son contados los casos
en que alguien los usa. “Este deporte” es otro deporte extremo que,
pese a las medidas de seguridad que toman sus amantes, termina mal
(ver Otras dos muertes ).
Por detrás de su pierna, pasa un gallo erguido dando pasos cortos y
los perros ni se inmutan. Mauri dice que viven en esta quinta desde
hace seis años, que querían venderla y “ estos dos chicos se
contactaron con nosotros para ver si les servía para practicar o en
un futuro, tener su negocio . Mi hijo terminó haciéndose amigo y les
dejó traer la grúa para que probaran si el lugar les servía. Pero mi
hijo es comerciante, no se anima ni a caminar por un puente. El no
iba a poner ningún negocio. Eran dos expertos esas criaturas, si
habían viajado a Colombia para saltar y todo. Tan expertos eran que
se tiraron de a dos ”, dice de un tirón.
“Esas criaturas” eran Alexis Sebastián Papaliany, de 27 años. Vivía
en la calle Rondeau, en Parque Patricios, trabajaba en sistemas y
era instructor de “bungee jumping”. El otro era Marcelo Martínez, de
25 años, y también tenía mucha experiencia. Juntos contestaban un
foro en el sitio www.bungee-argentina.com.ar, que ayer alguien dio
de baja. Allí promocionaban “una novedad”: “bungee jumping” a sólo
35 kilómetros de la Capital Federal.
El jefe de prensa del partido de Moreno, Juan José Blinoff, salió
ayer a decir que “deberían haber pedido permiso al municipio para
poner una grúa” y que la quinta no estaba habilitada para hacer una
actividad comercial. Mauri insiste en que estaban practicando y no
habían puesto ningún negocio. Fuentes judiciales se lo confirmaron a
Clarín : “Nada nos hace pensar que hayan tenido proyección
comercial. Eran amigos practicando”, sostuvieron.
Los jóvenes se habían tirado siete veces por separado.
El salto fatal fue el primero que hicieron de a dos.
Si bien ayer se manejó la versión de que habían chocado sus cabezas
en el aire, las declaraciones de los amigos confirmaron que los dos
murieron por traumatismos de cráneo después de impactar contra el
suelo.
La quinta ocupa una manzana y media. Hay una pileta con forma de
riñón, pasto crecido, perros echados y un maniquí negro al que le
falta un brazo. Atrás, unos 100 metros al fondo, una canchita de
fútbol. Los amigos habían armado la grúa al lado de un arco oxidado.
Ayer, el brazo de hierro rojo se asomaba entre los pinos. El
montacargas se mecía. El vallado policial delimitaba la zona. Y el
inflable de colores que habían puesto para evitar golpearse contra
el suelo, se desinflaba en el pasto. /clarin.com.ar