Las canas, esas huellas del paso del tiempo en nuestro cabello, pueden surgir por diferentes factores. Descubre qué las causa y qué nos dice la ciencia al respecto.
Las canas son el resultado del envejecimiento, manifestándose como cabellos grises o blancos. Especialistas en dermatología han identificado que factores genéticos desempeñan un papel clave en su aparición temprana. A nivel celular, la disminución de las células madre reduce la producción de melanocitos, responsables de la coloración del cabello.
Aunque comúnmente asociamos las canas con el paso del tiempo, también existen otros factores que pueden acelerar su irrupción. Entre ellos se encuentran el sedentarismo, el tabaquismo, el consumo de alcohol, la falta de ciertas vitaminas y, por supuesto, la herencia genética.
Investigaciones recientes han encontrado una conexión entre el estrés crónico y la aparición de canas, señalando que este tipo de estrés puede impactar en nuestro metabolismo y provocar cambios hormonales. Además, ciertas condiciones médicas, como la neurofibromatosis, el hipotiroidismo, la anemia, el síndrome de Griscelli y el vitíligo, están vinculadas a la aparición prematura de canas.
Cuando los primeros cabellos grises hacen su aparición, muchos optan por arrancarlos. Sin embargo, el dermatólogo francés Ramon Grimalt advierte que este acto no previene que sigan surgiendo. Según sus palabras, “continuarán apareciendo al mismo ritmo”, sin importar si decidimos quitarlas, dejarlas o pintarlas.
Simultáneamente, la destacada dermatóloga española Marta García-Legaz enfatiza que arrancar una cana solo elimina un folículo. La pigmentación del cabello ya se ha perdido, lo que significa que los nuevos cabellos que crezcan también serán blancos. “Tirar del cabello puede dañar el folículo y provocar inflamación o heridas en el cuero cabelludo”, advierte.
Por todo lo expuesto, no es aconsejable arrancar canas como solución a largo plazo. Las personas que desean deshacerse de ellas deberían considerar cortarlas o teñirlas de acuerdo a sus preferencias.
*Por Silvia Contreras Rodelo
