Los besos no son solo un gesto romántico; su historia se remonta a épocas que parecían lejanas. La investigación sugiere que los humanos, incluidos los Homo sapiens, compartieron momentos íntimos con los neandertales, cuya influencia aún vive en nuestro ADN actual.

El Origen de los Besos en el Contexto Evolutivo

Catherine Talbot, investigadora principal del estudio, destaca que, a pesar de que besar puede parecer un comportamiento universal, solo se ha documentado en el 46% de las culturas humanas. Esto plantea interrogantes sobre su función y origen.

Los besos han sido observados en diversas especies, desde monos hasta lobo, sugiriendo que este acto tiene raíces más profundas en el comportamiento animal. En el caso de los humanos, besar parece formar parte del proceso de apareamiento, aunque los científicos se refieren a él como un «rompecabezas evolutivo» dada su complejidad y los riesgos que implica, como la transmisión de enfermedades.

La Ciencia Detrás del Beso

Definido como un contacto boca a boca sin la transferencia de alimentos, el beso podría haberse originado en un ancestro común de los grandes simios hace entre 21.5 y 16.9 millones de años. Estos simios pertenecen a la familia de los Hominidae, que se divide en cuatro grupos: orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos, y finalmente, el género Homo, con los humanos modernos como únicos sobrevivientes.

Los hallazgos del estudio revelan que los neandertales también practicaban el beso entre hace 400,000 y 40,000 años, y su legado persiste en muchas especies de primates, aunque la comprensión del motivo por el cual esta costumbre se ha mantenido a lo largo de los siglos continúa siendo un enigma fascinante.

El acto de besar, por tanto, no solo es un símbolo de afecto en el presente, sino también un vínculo que conecta a los seres humanos con su historia evolutiva compartida.